Y no puedes imaginarte lo vulnerable que eres, y solo eres el recuerdo de esta foto... nunca imaginastes que serías tú.

miércoles, 26 de enero de 2011

Pienso que la mayor parte de nuestras penas son momentos de tensión, que a modo de parálisis experimentamos porque ya no percibimos el vivir de nuestros enajenados sentidos. Porque estamos solos con lo desconocido que ha entrado en nosotros; porque nos han quitado por un instante todo lo familiar y habitual; porque nos hallamos en medio de un tránsito donde no podemos permanecer. Es por eso que también la tristeza pasa; lo nuevo, lo agregado, ha entrado en nuestro corazón, ha ido a su cámara íntima, y ya tampoco está allí... se encuentra ya en la sangre. Y no llegamos a saber nunca lo que fue....


Rainer M. Rilke
La nostalgia, parte integrante de la melancolía, explica también esa ausencia de intensidad específica. Si a veces la nostalgia persiste, nunca tiene sin embargo, suficiente intensidad para provocar un sufrimiento profundo. La actualización de algunos acontecimientos o inclinaciones pasadas, la adición a nuestra afectividad presente de elementos ya inactivos, la relación existente entre la tonalidad afectiva de las sensaciones y el ámbito en el que se produjeron y que abandonaron luego –todo ello es esencialmente determinado por la melancolía. La nostalgia expresa en un nivel afectivo un fenómeno profundo: el progreso hacia la muerte mediante el hecho de vivir. Siento nostalgia de lo que ha muerto en mí, de la parte muerta de mí mismo. No actualizo más que el espectro de realidades y de experiencias pasadas, pero ello basta para mostrar la importancia de la parte difunta. La nostalgia revela el significado demoníaco del tiempo, el cual, a través de las transformaciones que realiza en nosotros, provoca implícitamente nuestra aniquilación.

La nostalgia vuelve al ser humano melancólico sin paralizarlo, sin hacer fracasar sus aspiraciones, pues la conciencia de lo irreparable que supone no se aplica más que al pasado, y el porvenir permanece, en cierta manera, abierto.


E. M. Cioran

martes, 25 de enero de 2011

Parece que hablamos idiomas diferentes
y aunque a veces no nos hacen falta
las palabras para entendernos,
deberíamos inventar nuestro propio idioma,
un idioma que no contenga la palabra inalcanzable
y que no necesite decir caricia
porque sea la caricia en si misma
un idioma hecho de piel y mordiscos
un idioma hecho de subidas y bajadas
un idioma igual que si una guirnalda gigante
colgara del mundo
un idioma que fuera una bienvenida con fiesta
y palomas al viento.
Estoy básicamente hablando de encontrar
una nueva manera de entendernos
que no nos acerque a vocablos como
malentendido
cicuta
trampa
o cerradura.
Yo ya tengo las vulgares palabras para entenderme
con el resto del mundo
pero nosotros es otra cosa,
otro idioma.
Si no lo conseguimos acabaremos necesitando
un traductor para los sentimientos,
preguntando qué significaba amar.
Marwan & Diego Ojeda

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